Síntomas de la difteria
La difteria (crup) es una enfermedad bacteriana aguda, cuyas lesiones características son membranas adherentes de color blanco grisáceo, rodeadas de un proceso inflamatorio que invade las estructuras vecinas, localizadas con mayor frecuencia en las amígdalas, laringe y nariz. La enfermedad compromete el estado general del paciente, que presenta fiebre, cansancio y palidez. Hay un leve dolor de garganta. En los casos más graves, puede haber una fuerte hinchazón en el cuello, un aumento de los ganglios linfáticos de la región e incluso asfixia mecánica aguda debido a la obstrucción provocada por la placa.
Transmisión de la difteria
Corynebacterium diphtheriae es un bacilo que se transmite por infección directa a pacientes asintomáticos o portadores (que no manifiestan la enfermedad) a través de las secreciones nasales. La transmisión indirecta también puede ocurrir a través de objetos que han sido recientemente contaminados por secreciones orofaríngeas o lesiones en otros lugares. La incidencia de transmisión de difteria tiende a aumentar en los meses fríos y, principalmente, en interiores, debido al hacinamiento.

Prevención de la difteria
La difteria puede afectar a personas susceptibles (no vacunadas adecuadamente) de cualquier edad y no solo a los niños, ya que era más común antes del uso sistemático de la vacuna. La única forma eficaz de prevenir la difteria es la vacunación, ya que la enfermedad, en general, no confiere inmunidad permanente, por lo que el paciente debe continuar con su esquema de vacunación tras el alta hospitalaria. Los niños en edad preescolar son el grupo más susceptible cuando no han sido inmunizados previamente con una vacuna combinada básica contra DTP y Hib. El esquema básico de vacunación infantil se realiza con tres dosis de la vacuna contra DTP y Hib, a los dos, cuatro y seis meses de edad. El primer refuerzo se realiza con DTP a los 15 meses y el otro entre los cuatro y los seis años de edad.